La violencia ginecológica y obstétrica es la vulneración y apropiación del cuerpo de las mujeres y personas trans, por parte del personal de salud, mediante prácticas que implican la excesiva intervención médica durante la gestación, parto y puerperio, y la patologización de sus procesos reproductivos, produciendo la pérdida de autonomía y afectando la calidad de vida de las mujeres y personas trans.
Este tipo de violencia constituye una violencia simbólica, institucional y de género, ya que se ejerce en el desconocimiento y/o naturalización de la misma, por instituciones de salud y en un momento en el que la persona gestante se encuentra especialmente vulnerable.
Esta violencia va más allá de la experiencia de parto, puede darse también durante el embarazo, el puerperio, los controles ginecológicos y de regulación de la fertilidad, entre otros. Actitudes como el uso de un lenguaje vejatorio, la ausencia y/o poca entrega de información, no solicitar consentimiento y/o la aplicación de prácticas inadecuadas en los procesos reproductivos y de salud sexual constituyen violencia ginecológica y obstétrica y con frecuencia son invisibilizadas, interiorizadas y normalizadas por la sociedad.
Además de lo anterior, la violencia obstétrica puede traducirse en prácticas con efectos a nivel psicológico, desde amenazas, retos, infantilización, burlas y groserías hasta negar la atención o realizar intervenciones sin informar ni solicitar el consentimiento de la persona gestante.
Bajo el concepto de violencia ginecológica se incluyen a todas aquellas prácticas realizadas por integrantes del equipo de salud (personal médico, de enfermería y de matronería, etc.) que implican una atención o tratamiento deshumanizado, el uso de procedimientos innecesarios o intencionalmente dolorosos, el abuso de medicación, la trasformación de procesos naturales en patológicos, la denegación de información o tratamiento, cuestiones todas ellas que pueden derivar en la pérdida de autonomía y/o capacidad de tomar decisiones libremente sobre nuestros cuerpos y sexualidad. Estas prácticas pueden llegar a ser más evidentes cuando las personas no adscriben al modelo binario de género y sus mandatos.
La violencia ginecológica y obstétrica pueden ocasionar un amplio espectro de alteraciones corporales y funcionales en las mujeres y personas afectadas, como desgarros, dolor, fracturas, etc., y consecuencias psicológicas, como baja autoestima, angustia, soledad, ira, impotencia, de hecho, entre el 30% y el 60% de las afectadas pueden desarrollar trastornos de salud mental como depresión postparto, estrés postraumático, crisis de pánico. Dichas consecuencias pueden impactar en el establecimiento del vínculo entre la persona gestante y la criatura, como, por ejemplo, rechazo a quien acaba de nacer, o echarle la culpa por el sufrimiento recibido. Además, puede generar desconfianza en el sistema de salud, lo que puede incidir en que la persona abandone los controles de salud de rutina, con el riesgo de salud que esto conlleva
Conocer tus derechos es una herramienta de afrontamiento y prevención fundamental ante la violencia ginecológica y obstétrica, ya que permitirá visualizar y reaccionar de manera oportuna ante este tipo de violencia.